miércoles, 6 de mayo de 2015

Más burros que ayer pero menos que mañana

Interesante. Muy interesante me ha resultado el artículo de Millás. Además de que me ha encantado la forma de escribir tan espontánea e irónica, su contenido no se queda atrás.

Soluciona, con ejemplos muy gráficos y sentencias claras, una cuestión que nunca, al menos yo, nos habíamos planteado: ¿se puede hacer negocio de la cultura?, ¿sería cierto afirmar que la cultura en nuestro país está en descenso? El autor deja claro que no. La cultura no es algo tangible, algo con lo que podamos comerciar libremente como si fuera un secador de pelo, por ejemplo. Aquí cobra especial importancia el dicho de que "el saber no ocupa lugar" ni se puede comerciar con él, me atrevo a añadir.
Bien es cierto que se comercia con libros, música, películas... pero estos solo son los medios de soporte para transmitirnos una idea, un saber. Podemos comprar un libro pero quizás no lo llegamos a leer, por unas circunstancias u otras, en ningún momento de nuestra vida. Sí, estamos contribuyendo a que se aumenten las estadísticas culturales del país, pero si no llegamos a abrir ese material nunca,¿se puede decir que, igualmente, estamos ayudando a aumentar la cultura?. O, poniendo otro ejemplo, cuento con materiales clásicos como puede ser un vinilo de hace 20 años de mi madre que decido escuchar ahora... ¿se puede decir que no estoy contribuyendo a la cultura? Quizás, en datos numéricos de compras actuales de material cultural no, pero igualmente estoy "consumiendo" cultura.
Como bien dice Millás, leer, ir al cine o escuchar música no son formas de consumo, sino un estilo de vida. Sería, bajo mi punto de vista, como comerciar con algo tan abstracto como un sentimiento, un completo sinsentido.

Con todo esto, hay que analizar, pues, cuál realmente es la función de un agente cultural. Contamos con la experiencia de primera mano de Antonio Javier González Rueda, director del Servicio de Actividades Culturales de la Universidad de Cádiz. Él nos habla de la cultura como forma de hacer dinero, de la cultura como comercio. Nos aporta ideas de cómo saber captar clientes, las estrategias para atraer a la población y satisfacer sus necesidades, contando siempre con bastantes conocimientos en literatura y atendiendo a la demanda cultural de la población. Hay, pienso, una contradicción en sus palabras ya que argumenta que no siempre se tienen en cuenta las ganancias que da un producto cultural pero, como he descrito, nos da formas para que, en ultima instancia, la cultura sea un bien material con el que comerciar. Aunque sí es verdad que, por ejemplo, cuando queremos ir a ver una representación de teatro tenemos que pagar una entrada al igual que si queremos asistir al cine y, con ello, estamos contribuyendo a la cultura viva, pero es algo que no se limita y se generaliza con los demás soportes.
Quizás esto sea simplemente una confusión lingüística (puesto que somos un país en el que tenemos que ponerle una etiqueta específica a todo) ya que más que "agente cultural" podría llamarse, simplemente, "agente comercial" puesto que su labor es la misma que un comercial cualquiera: vender. Aunque en este caso sea vender humo.

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